domingo, 6 de septiembre de 2009

GRIPE: geles y mascarillas


El 15 de septiembre comienza, adelantado con respecto a otros años, la campaña de vacunación para la gripe estacional, la de todos los años. Lo que entraría dentro de una rutina anual, este año se nos anuncia como un otoño, cuanto menos, incierto, como consecuencia de la nueva gripe, cuya vacunación se estima para octubre o noviembre. Mientras tanto, las recomendaciones de siempre nos suenan a tiempos pretéritos y necesitamos buscar más.

La alarma desmedida no es más que el resultado de la conjunción de otros intereses ajenos a los estrictamente sanitarios. Lo que en principio ha sido una decisión loable basada en la experiencia de la mal llamada gripe española, de mantener a la población informada, ha sido utilizado por otros sectores para causar esta alarma. Por este motivo los sectores sanitarios están pidiendo calma y sentido común.
El descubrimiento a mediados del siglo pasado de los antibióticos ha ocasionado, en la práctica, una relajación de las medidas higiénicas. El lavado de manos es uno de los aspectos científicamente más estudiados como consecuencia de los requerimientos de asepsia de las intervenciones quirúrgicas y marcó el inicio del control de las infecciones. No en vano la bacteriología fue prácticamente iniciada por Pasteur, Kock y Lister en la segunda mitad del siglo XIX en un intento de explicar las infecciones transmitidas de médico a enfermo. Por este motivo se sabe que dependiendo de la forma de lavado la carga bacteriana de la misma puede variar sustancialmente (hasta 300 veces).
Mientras en las culturas orientales el lavado de manos está muy enraizado en aspectos rituales, en las culturas occidentales estas costumbres se han ido relajando, probablemente por la utilización de los cubiertos a la hora de comer. Nuestra herencia oriental hace que mantengamos algunas de éstas costumbres como la de sopear. Ejemplos de esta relajación son los estudios que demuestran que el 70% de las personas no se lavan adecuadamente las manos después del uso del retrete. Esta mayor concienciación de las culturas orientales la tienen desde tiempos ancestrales y nos hablan, por ejemplo, de utilizar siempre el agua libre, la de la jarra, y no la estancada como utilizaban los occidentales. Ya desde entonces se sabía la importancia del efecto de arrastre del agua en el lavado de las manos, efecto de arrastre que se pierde si pretendemos sustituir el lavado con agua y jabón por los geles hidroalcohólicos. Los geles hidroalcohólicos se recomiendan como medida adicional, no sustitutiva. Son los momentos que no se puede lavar las manos (contar dinero, por ejemplo), cuando está recomendado su uso y siempre recordando que el alcohol disuelve las grasas de la piel , mecanismo natural de defensa. Su recomendación se basa en la extrapolación de algunas experiencias hospitalarias a la vida cotidiana, y son precisamente las infecciones hospitalarias las que nos recuerdan que la situación no es la misma. Existen trabajos (Saylers, 1994) que demuestran la mayor eficacia del simple lavado de manos con agua y jabón. De igual forma el secado de las manos, debe ser con papel desechable, que una vez usado debe ir a la basura.
Así como el lavado de manos está muy estudiado, el resultado de las mascarillas, en la contención de una pandemia no lo está en absoluto. Es otra extrapolación de las costumbres hospitalarias a la vida cotidiana. Las mascarillas quirúrgicas están diseñadas para contener la exhalación. Evitar que el cirujano contamine la herida del paciente. A su vez protege al cirujano de material grosero como sangre o tejidos procedentes del paciente. Por eso está indicado para evitar que un enfermo transmita los virus, a través de sus aerosoles al resto de la población, pero no a la inversa y siempre desechándolos cada cuatro horas. Para protegerse del exterior, del aire inhalado, se requieren filtros especiales tipo FFP2 (fittering facepieces particles) y una perfecta adaptación a la cara en lo que se llaman respiradores, por lo que estaría indicado a personal de evidente riesgo como los cuidadores. El uso de mascarillas requiere de un adiestramiento especial si no queremos que a través de las manos diseminemos el virus en lugar de contenerlo.
Por todos estos motivos, recomendamos un simple lavado de manos con agua y jabón, cada vez que pueda o hayan contactado con una superficie de riesgo (10 veces al día como referencia) y de la forma siguiente:



· Mójese las manos con agua corriente y enjabóneselas. Use agua tibia si puede.
· Frótese las manos hasta formar espuma y restriégueselas cuidadosamente.
· Siga frotándose las manos unos 15 a 20 segundos.
· Enjuáguese bien las manos con agua corriente y abundante.
· Séquese las manos con una toalla de papel, use la toalla de papel para cerrar la llave.



Si no dispone de agua limpia ni jabón, use un desinfectante para manos a base de alcohol, son de acción rápida y reducen considerablemente el número de gérmenes en la piel.
Al usar un desinfectante para manos a base de alcohol:Aplique el producto en la palma de una mano.
Frote las manos.
Restriegue el producto sobre todas las superficies de las manos y los dedos hasta que se sequen.