miércoles, 23 de mayo de 2012

LA VEJEZ, condicionantes nutricionales

Cada vez es mayor la población que supera los 65 años y esta población quiere y necesita sentirse útil. Se escucha con insistencia la necesidad de educar desde los colegios la alimentación de nuestros menores, nos repiten que la obesidad es la gran epidemia del siglo XXI y la importancia que tiene establecerse un plan dietético para los jóvenes y la mediana edad, pero es ahora cuando se empieza a dejarse oír la problemática de la desnutrición de nuestros mayores. Se hace necesario conocer y concienciarse de su situación para solidarizarnos con una problemática que, con suerte, más tarde o más temprano nos tocará a todos.

Nuestro concepto amplio mediterráneo de familia en la que conviven las tres generaciones nos debe hacer más aptos para poder concienciarnos de esta realidad y la dieta mediterránea, entendida en su sentido más amplio es fundamental.

Los alimentos “convocan”, además de nutrirnos, facilitando la comunicación y los lazos entre individuos, colectivos y culturas. Los alimentos se utilizan en la simbología religiosa, el olivo y el laurel se utilizan como símbolos de gloria, la Biblia y el Corán utilizan los alimentos como símbolos de riqueza, “fluía como el agua el vino”, “el trigo era más abundantes en las terrazas de la montaña que la arena al borde del mar”. En la mesa no sólo se come sino que se está y se disfruta. Por ello el fin de la dieta no es solo nutricional, sino que los alimentos son salud y placer, y su oferta  debe ser placentera, atractiva y sobre todo permisiva a unos condicionantes fisiológicos propios del envejecimiento.


El segmento poblacional de los mayores es tan heterogéneo o más que cualquier otro. Sin embargo, existen unas peculiaridades generales que con frecuencia se dan y que se tienen que tener en cuenta en su nutrición.

Las patologías asociadas son frecuentes y la polimedicación por tanto, también, con los efectos secundarios y las interacciones medicamento-alimento.

Su metabolismo basal, o sea su gasto energético vital, disminuye entre un 20 y un 30% debido a la disminución de su masa muscular que junto con la reducción de ingesta de proteínas le confiere un balance proteico negativo.

El metabolismo de los hidratos de carbono, se encuentra alterado con una reducción de la lactasa y por tanto con una intolerancia a la lactosa.

Se tiene una menor capacidad de la reposición del calcio, lo que se agrava con la menor exposición al sol y su influencia en la vitamina D.

Las alteraciones neurológicas con el deterioro cognitivo y los problemas de deglución son frecuentes.

Los problemas de masticación y la falta de piezas dentales afecta desde los primeros momentos a la digestión.

Cambios en el tracto intestinal y otros órganos afecta en gran medida a la digestión y absorción de los nutrientes

La falta de apetito o anorexia es debido a la reducción de las papilas gustativas, la atrofia de la lengua y la degeneración del nervio olfativo lo que conlleva pérdida de gusto y olfato.

Pero, con todo, tiene especial relevancia los hábitos y las ideas preconcebidas que en estas edades son muy difíciles de cambiar. El hecho de que determinados alimentos como las carnes se asociase a riqueza y por tanto “caros”, mientras que otros como las legumbres o el pan negro, se asocie a situaciones de pobreza, o el hecho de que se restrinjan los platos a las recetas de origen que pueden transformar la dieta en una dieta monótona con bajo valor nutritivo, son las principales barreras a afrontar. De ahí la gran importancia de ser imaginativos y aportar una alimentación atrayente en la cual debe aportar un valor añadido nuestra dieta mediterránea, que para la mayoría de los mayores se acerca más a la suya que a la nuestra.

Los hábitos nutricionales se adquieren en la infancia, cobrando una especial relevancia el papel educativo que pueden ejercer estos mayores en sus nietos, en una problemática grave como es la obesidad infantil, ya que según datos de la OMS 43 millones de niños menores de 5 años tienen sobrepeso estando España a la cabeza de Europa en obesidad infantil. Según el reciente estudio ALADINO (Alimentación. Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad), cerca de la mitad (44,5%) de los niños con edades comprendidas entre 4 y 11 años, padece exceso de peso dándose con más frecuencia en niños que no desayunan y, curiosamente, que comen en casa.