viernes, 16 de mayo de 2014

El dengue de Madeira, un problema que se repite

         El pasado 7 de abril se celebró el Día Mundial de la Salud bajo el lema de las enfermedades vectoriales como riesgo de salud y la importancia de la educación sanitaria en la lucha contra este tipo de enfermedades. Los técnicos de Salud Pública consideran que una vez detectada la presencia de Dengue en Madeira y Cabo Verde será sólo una cuestión de tiempo el que el mosquito Aedes aegypti o albopictus, transmisor de la enfermedad, se asiente en nuestras islas. La experiencia estadounidense con el Virus del Nilo Occidental nos dice que no es la capacidad técnica ni el poderío económico el factor limitante para el desarrollo de este tipo de enfermedades, sino recuperar hábitos sanitarios que hace 200 años eran fundamentales.
            La única enfermedad que ha sido erradicada ha sido la viruela gracias a una expedición española, la del doctor real Balmis, que dio la vuelta al mundo con niños inoculados y en la que Canarias fue un banco de pruebas perfecto por estar su población formada gracias a médicos como el Dr. Domingo Saviñón y sus antecesores. En realidad fue esta expedición la que popularizó su inoculación a nivel mundial tras la utilización por el ejército de Napoleón, pero experiencia anteriores en Canarias ya exsitían. Viera y Clavijo describía como el fraile Agustín Veraü lo utilizaba en sus sobrinos y también está descrito como este remedio fue puesto en práctica durante las epidemias de viruela en Las Palmas de 1780 y 1788.
El hecho de que la erradicación de la viruela haya sido un gran logro científico nos recuerda que también ha sido una excepción dentro del tratamiento de las epidemias  y que requirió un enorme esfuerzo. Las ordenanzas municipales de 1921 aún contemplaban la obligatoriedad de señalizar las viviendas con carteles bien visibles si estaban afectadas por la viruela. Sin embargo, la enfermedad que más preocupó siempre fue la peste, que mató en la edad media a millones de europeos. Aún se desconocía el orígen bacteriano que tenía (Yersinia pestis) y el papel de los vectores en su transmisión, la pulga de la rata. Por ello, cuando en 1855 se promulgó la primera Ley Constitucional de Sanidad en las que se eliminó el sistema cuarentenario, se hizo una distinción con los que se denominó lazaretos sucios, los afectados de peste levantina, fiebre amarilla y cólera morbo de los cuales se desconocía su procedencia. y de estos se reservó uno para Canarias. De igual forma se hizo especial incapié en la lucha antipalúdica, lo que nos recuerda que sigue siendo la malaria una deuda pendiente con los países en vía de desarrollo.  Las idas y venidas de Fernando VII de la constitucionalidad al absolutismo, hizo que se tardará 40 años en tener iniciativas legislativas de este tipo. Concretamente fue el bienio progresista del reinado de Isabel II, el que fue pródigo con leyes de tanta actualidad como la de Ayuntamientos y Diputaciones, en la que uno de los seis comisionados fue el tejinero Gregorio Suárez, alcalde de la Laguna en 1841, o la Ley de Sanidad citada, en la que fue especialmente activo el diputado orotavense Feliciano Pérez Zamora. Estuvo Pérez Zamora muy sensibilizado con la sanidad marítima y el control de puertos. Canarias era bien conocedora de los estragos que ocasionaba ser un cruce de caminos entre Europa, África y América. 5 años después en 1860 se elaboró la ordenanza que regulaba los remedios que entonces existían con lo petitorios mínimos que tenían que estar presentes en la farmacia. Sin embargo, en un siglo pródigo en epidemias, se tuvo que tardar 50 años más para desarrollar la ley con la Instrucción General de Sanidad Pública de 1904 y su aplicación desde los ayuntamientos, el Reglamento de la Sanidad Municipal de 1925.

El problema actual de la presencia de dengue en la macaronesia no es muy diferente del de entonces aunque los motivos sean algo distintos. No es que nos parezca que volvamos a empezar sino que vivimos en procesos cíclicos. La modificación de los hábitos de vida, como la facilidad en el transporte o la moda de los animales exóticos,  o el cambio climático con la subida de temperatura, no ocurría entonces, pero  la lucha antivectorial es la misma con la ventaja adicional que nos da el conocimiento tanto de la biología de la enfermedad o de los productos a utilizar. Sin embargo, en la actualidad tenemos una gran desventaja y es la falta de sensibilidad que existe sobre la problemática del control de plagas como vehículo de transmisión de la enfermedad. Hoy, a igual que ayer, los ayuntamientos son claves en la erradicación de estas plagas pero la sensibilización sanitaria no es la misma.


Imagen de la firma de Domingo Saviñón cedida por el Archivo  Municipal del Ayuntamiento de La Laguna (AMLL).

jueves, 13 de marzo de 2014

El azúcar y la controversia de la fructosa

Hoy se celebra el día mundial del riñón como acto de concienciación de la importancia que tiene el cuidado de los mismos para la salud pública y la calidad de vida. Su mal funcionamiento es una patología que va rápidamente en aumento como consecuencia de la evolución que tienen Lo tres factores predisponentes, la hipertensión arterial (HTA), que afecta al 35% de la población española, la diabetes, con su especial incidencia en Canarias y el sobrepeso, una epidemia globalizada, los tres directamente relacionados con el envejecimiento poblacional. El temor que tenemos con la diabetes nos hace apoyar alternativas aparentemente más sanas como intentar sustituir la glucosa por fructosa, el azúcar de la fruta, olvidando que el principal combustible real que tiene el hombre y el exclusivo para nuestra actividad cerebral es la glucosa.
En realidad el fenómeno globalizador del sobrepeso pasó primero por Canarias a partir 1492, cuando era paso obligado para llegar al nuevo mundo. Las cruzadas permitieron al mundo occidental conocer la caña de azúcar originaria de asia  y fue a través de Canarias como llegó a América. Hasta ese momento el consumo de azúcar era prácticamente una artículo de lujo. El consumo de bebidas como el café, té o el cacao lo popularizó en los siglos XVII y XVIII y los refrescos y helados en el XX. La competencia del cultivo del maíz convenientemente subvencionado, desplazó al de la caña de azúcar por lo que nos devolvieron con creces el  fenómeno globalizador del consumo de azúcar en forma de sirope de maiz con alto contenido en fructosa. Esto ha ocasionado  que el consumo real de azúcar haya pasado de 5 kg por persona y año en el siglo XIX a 70 kg en el XXI, siendo la proporción relativa de fructosa muy superior a la que inicialmente se tenía.

¿Cual es el debate existente con la fructosa?

Aunque los estudios tienen aún que verificarse,  los resultados no parecen responsabilizarle directamente de la problemática. Por este motivo se está recomendando que las campañas antiobesidad no se centren en dicho producto. A pesar de ello es bien sabido que la forma que tiene el organismo de metabolizar la fructosa no es la misma que la glucosa. Se ha sugerido una menor capacidad saciante de la fructosa. Ensayos de alta concentración parece demostrar la capacidad que se tiene de alterar los parámetros lipídicos relacionados con la aterosclerosis. Ensayos en animales han postulado la aparición de hígados grasos como consecuencia del consumo de fructosa, así como una menor sensibilidad con la insulina. El debate, por tanto, está servido porque la difusión que han tenido estos derivados del almidón de maíz ha sido brutal y su implicación en la economía mundial decisoria. No puede ser casualidad que entre las sustancias que más drásticamente han modificado sus cantidades de uso,el azúcar y sal, también sean las sustancias más implicadas en  las principales patologías que nos afectan.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Antonio de Castro y Peraza, el último boticario

         A los problemas surgidos de un territorio recién conquistado, se  añadía la rigurosidad administrativa del un protomedicator, referente en toda Europa, que perseguía especialmente el intrusismo profesional. Por este motivo gran parte de la historia sanitaria la podemos reconstruir gracias a las continuas denuncias por impagos y a las peticiones de unos profesiones requiriendo de colegas que le aliviaran su ejercicio profesional. Estas deficiencias se hacía especialmente patentes en la botica. Voluete, uno de los primeros boticarios del que se tiene constancia y  cuyo apellido denota su origen extranjero, nos explica  1as dificultades que se tenía para formar a su hijo en su misma profesión. Se requería cuatro años mínimos de práctica con un maestro boticario, lo que exigía el traslado a la península más otros 5 o 6 para poder ser a su vez maestro y un exámen teórico práctico frente a otros maestros boticarios y el temido tribunal protomedicator de designación real. Estas prácticas fueron continuas hasta el año 1845 en que se aprueba  el PlanGeneral de Estudios de 17 de febrero y se crean de dos primeras facultades de farmacia en Madrid y Barcelona, junto con otras tres carreras universitarias, las de Teología, Jurisprudencia y Medicina. Hasta ese año el profesional de la farmacia recibía el nombre de boticario, palabra que deriva, a igual que bodega, del griego Apoteca que con el significado de almacén  las lenguas romances hicieron perder la letra “A” inicial y las lenguas bizantinas hicieron transformar la letra “E” en “I”, manteniéndose en la actualidad en palabras como botiquín. Las facultades de farmacia tuvieron como antecesores al Real Jardín Botánico de Madrid en 1780 y los Colegios Farmacéuticos con funciones docentes.
A pesar de que el título V sobre los Oficiales del Concejo de las viejas ordenanzas de esta isla (1) ya se especificaba la presencia de médico, cirujano y boticario, la realidad es que las deficiencias en materia sanitaria fueron una constante a lo largo de toda la historia de Canarias
            Fue en 1814 cuando se designó a Domingo Saviñón como el primer facultativo de las Juntas Municipales de Sanidad, se cumple por tanto el bicentenario del nombramiento de este regidor del ayuntamiento como máximo responsable de la sanidad municipal. Era una época tan convulsa que ese mismo año fue procesado y muerto en la cárcel su hermano Antonio Saviñón, junto a otros, en el primer proceso político que hemos sufrido y que ha dado orígen a las dos españas. Era entonces Antonio Saviñon Diputado a Cortes en Madrid, y se vió obligado a asistir a Bayona, lo que fue utilizado luego por Fernando VII para acusarlo de afrancesado cuando en realidad era un republicano. No escatimó recursos y para ello  llegó a utilizar como inductor de la denuncia al médico y  cirujano real Dr.Balmis colaborador de Domingo Saviñón unos años antes en la primera campaña mundial de vacunación contra la viruela, así como a la propia Iglesia cuyo clérigo llegó unos años después, en el  trienio liberal, a ser masacrado a martillazos, tal y como nos describe Benito Pérez Galdós en su episodio nacional del Grande de Oriente.
Sólo nos consta la existencia en ese momento de dos boticarios en La Laguna, Ventura Ruiz de Bustamante que falleció al poco tiempo y a Antonio de Castro y Peraza que por su longevidad se llegó a convertir en el último boticario compartiendo la práctica profesional con el primer licenciado en farmacia Valeriano Santos.  Antes que con él también lo compartió con el padre de éste, Leodegario Santos y con Manuel Buitrago. Fue Antonio de Castro un boticario de la vieja escuela que comenzó su ejercicio profesional en el Antiguo Régimen y lo concluyó en el régimen constitucional de Isabel II. Tenía su botica en la C/.San Agustín, cruce con la calle Juan de Vera, muy cerca del Hospital de Los Dolores. Hijo del boticario Cristóbal Martín de Castro que ejercía en la Calle la Carrera, de la pila seca hacia abajo. Cristóbal de Castro procedía de  Güimar, de familia de milicianos, que con apellidos como Martín de Castro y Alonso se remontan sus ancestros a tiempos de la conquista. De igual forma fue el padre del registrador Sebastián de Castro y Cámara y por tanto ascendiente de toda la generación de sanitarios apellidados Alvarez Castro descendientes de D.Chano, Sebastián Alvarez Escobar, llegando prácticamente a nuestros días. Es por tanto  el Castro un apellido de boticarios que ejerciendo entre La Laguna y Santa Cruz se ha paseado por toda la historia de Canarias.
A los problemas políticos que trajo este inicio del siglo XIX con la invasión napoleónica y la guerra de la independencia, se le añadió la complicación de los cordones sanitarios que se tuvieron que imponer por la epidemia de fiebre amarilla que se había desatado en Santa Cruz y las repercusiones económicas en una comunidad tan dependiente del comercio como la nuestra. Es fácil imaginar, de igual forma, la repercusión política que podía ocasionar la imposibilidad del movimiento poblacional entre la Orotava, Santa Cruz y La Laguna en unos momentos en los que se ponía en entredicho la autoridad del Cabildo lagunero y la escasez de medios sanitarios. Prácticas políticamente incorrectas como muchas veces lo son también a día de hoy las decisiones que se toman en materia de salud pública.
Por entonces existían dos teorías sobre el orígen de las epidemias, unos consideraban que eran debidas al contagio por lo que propugnaban el aislamiento y otros consideraban que eran derivadas de las partículas miasmáticas producidas en la putrefacción por lo que recomendaban las fumigaciones. Generaciones de médicos ilustrados anteriores a Domingo Saviñón, como fueron su tíó materno Carlos Yanes, el irlandés Domingo Mádam, el cordobés Manuel Ossuna o el palmero Antronio Miguel de los Santos eran ya conscientes del error que suponía responsabilizar a la pobreza de las epidemias y propugnaban las fumigaciones en contra del aislamiento. Eran los boticarios los responsables de proceder a estas fumigaciones con ácido muriático en las casas de observación o lazaretos. La práctica del ácido muriático era una práctica ancestral que pone en evidencia la validez de la cloración del agua potable que se mantiene aún en nuestros días y que ejemplifica la labor en salud pública que desde tiempos inmemoriales  han llevado a cabo los farmacéuticos. El ácido muriático o espíritu de sal es ácido clorhídrico. El interés de la metalurgia por las sales de hierro y cobre y el de los alquimista por la trasmutación de los metales hacía muy conocidas desde la antigüedad sales como los sulfatos de cobre y hierro. De aspecto vitreo y de colores azulados y verdosos se le denominaron por esto motivo vitriolos. De su tratamiento se obtiene tanto el ácido sulfúrico como el nítrico dando lugar al agua regia capaz de disolver muchos metales. El denso ácido sulfúrico, al que se le identificaba por ello como aceite de vitriolo combinado con la sal (cloruro sódico) producía un gas corrosivo, el ácido clorhídrico. La revolución industrial trajo la necesidad de utilizar productos que empezaron a escasear como los álcalis (carbonatos de sodio y potasio) que dió origen a una de las primeras exportaciones canarias, la de la planta costera de la barrilla y que la propia industria se encargó de arruinar al terminar fabricándola ella misma con el método de Leblanc.
Otra de estas sustancias utilizadas en la industria del vidrio fue el dióxido de manganeso que combinado con el clorhídrico produce cloro , considerado a día de hoy como el desinfectante de elección, la lejía. Este jabón  del vidrieros, citado entonces como negro de manganosa era ya utilizado por Antonio de Castro según instrucciones de Domingo Saviñón al que llamaban muriático oxigenado como una clara mejora al muriático tradicional.


1.- Peraza de Ayala, J y Rodrigo-Vallabriga, 1935. Las antiguas ordenanzas de la isla de Tenerife: notas y documentos para la historia de los municipios.



Imagen delas  instrucciones de uso del ácido muriático cedida por el Archivo de la Real Sociedad Económica Anmigos del País de Tenerife (RSEAPT). Imagen de la firma de Antonio de Castro y Peraza cedida por el Archivo  Municipal del Ayuntamiento de La Laguna (AMLL).