A los problemas surgidos de un
territorio recién conquistado, se añadía
la rigurosidad administrativa del un protomedicator, referente en toda Europa,
que perseguía especialmente el intrusismo profesional. Por este motivo gran
parte de la historia sanitaria la podemos reconstruir gracias a las continuas
denuncias por impagos y a las peticiones de unos profesiones requiriendo de
colegas que le aliviaran su ejercicio profesional. Estas deficiencias se hacía
especialmente patentes en la botica. Voluete, uno de los primeros boticarios
del que se tiene constancia y cuyo apellido denota su origen extranjero,
nos explica 1as dificultades que se tenía para formar a su hijo en su
misma profesión. Se requería cuatro años mínimos de práctica con un maestro
boticario, lo que exigía el traslado a la península más otros 5 o 6 para poder
ser a su vez maestro y un exámen teórico práctico frente a otros maestros
boticarios y el temido tribunal protomedicator de designación real. Estas
prácticas fueron continuas hasta el año 1845 en que se aprueba el PlanGeneral de Estudios de 17 de febrero y se crean de dos primeras facultades
de farmacia en Madrid y Barcelona, junto con otras tres carreras
universitarias, las de Teología, Jurisprudencia y Medicina. Hasta ese año el
profesional de la farmacia recibía el nombre de boticario, palabra que deriva,
a igual que bodega, del griego Apoteca que con el significado de almacén
las lenguas romances hicieron perder la letra “A” inicial y las lenguas
bizantinas hicieron transformar la letra “E” en “I”, manteniéndose en la
actualidad en palabras como botiquín. Las facultades de farmacia tuvieron como
antecesores al Real Jardín Botánico de Madrid en 1780 y los Colegios
Farmacéuticos con funciones docentes.
A pesar de que el título V sobre los Oficiales del Concejo de las viejas ordenanzas de esta isla (1) ya se especificaba la presencia de médico, cirujano y boticario, la realidad es que las deficiencias en materia sanitaria fueron una constante a lo largo de toda la historia de Canarias
A pesar de que el título V sobre los Oficiales del Concejo de las viejas ordenanzas de esta isla (1) ya se especificaba la presencia de médico, cirujano y boticario, la realidad es que las deficiencias en materia sanitaria fueron una constante a lo largo de toda la historia de Canarias
Fue en 1814 cuando se designó a
Domingo Saviñón como el primer facultativo de las Juntas Municipales de
Sanidad, se cumple por tanto el bicentenario del nombramiento de este regidor
del ayuntamiento como máximo responsable de la sanidad municipal. Era una época
tan convulsa que ese mismo año fue procesado y muerto en la cárcel su hermano Antonio Saviñón, junto a otros, en el primer proceso
político que hemos sufrido y que ha dado orígen a las dos españas. Era entonces
Antonio Saviñon Diputado a Cortes en
Madrid, y se vió obligado a asistir a Bayona, lo que fue utilizado luego por
Fernando VII para acusarlo de afrancesado cuando en realidad era un
republicano. No escatimó recursos y para ello llegó a utilizar como
inductor de la denuncia al médico y cirujano real Dr.Balmis colaborador
de Domingo Saviñón unos años antes en la primera campaña mundial de vacunación
contra la viruela, así como a la propia Iglesia cuyo clérigo llegó unos años
después, en el trienio liberal, a ser masacrado a martillazos, tal y como
nos describe Benito Pérez Galdós en su episodio nacional del Grande de Oriente.
Sólo nos consta la existencia en ese momento de dos
boticarios en La Laguna ,
Ventura Ruiz de Bustamante que falleció al poco tiempo y a Antonio de Castro y Peraza que por su longevidad se
llegó a convertir en el último boticario compartiendo la práctica profesional
con el primer licenciado en farmacia Valeriano Santos. Antes que con él
también lo compartió con el padre de éste, Leodegario Santos y con Manuel
Buitrago. Fue Antonio de Castro un
boticario de la vieja escuela que comenzó su ejercicio profesional en el
Antiguo Régimen y lo concluyó en el régimen constitucional de Isabel II. Tenía
su botica en la C /.San
Agustín, cruce con la calle Juan de Vera, muy cerca del Hospital de Los
Dolores. Hijo del boticario Cristóbal Martín de Castro que ejercía en la Calle la Carrera, de la pila
seca hacia abajo. Cristóbal de Castro procedía de Güimar, de familia de
milicianos, que con apellidos como Martín de Castro y Alonso se remontan sus
ancestros a tiempos de la conquista. De igual forma fue el padre del
registrador Sebastián de Castro y Cámara y por tanto ascendiente de toda la
generación de sanitarios apellidados Alvarez Castro descendientes de D.Chano,
Sebastián Alvarez Escobar, llegando prácticamente a nuestros días. Es por tanto
el Castro un apellido de boticarios que ejerciendo entre La Laguna y Santa Cruz se ha
paseado por toda la historia de Canarias.
A los problemas políticos que trajo este inicio del siglo
XIX con la invasión napoleónica y la guerra de la independencia, se le añadió
la complicación de los cordones sanitarios que se tuvieron que imponer por la
epidemia de fiebre amarilla que se había desatado en Santa Cruz y las
repercusiones económicas en una comunidad tan dependiente del comercio como la
nuestra. Es fácil imaginar, de igual forma, la repercusión política que podía
ocasionar la imposibilidad del movimiento poblacional entre la Orotava , Santa Cruz y La Laguna en unos momentos en
los que se ponía en entredicho la autoridad del Cabildo lagunero y la escasez
de medios sanitarios. Prácticas políticamente incorrectas como muchas veces lo
son también a día de hoy las decisiones que se toman en materia de salud
pública.
Por entonces existían dos teorías sobre el orígen de las
epidemias, unos consideraban que eran debidas al contagio por lo que
propugnaban el aislamiento y otros consideraban que eran derivadas de las
partículas miasmáticas producidas en la putrefacción por lo que recomendaban
las fumigaciones. Generaciones de médicos ilustrados anteriores a Domingo Saviñón,
como fueron su tíó materno Carlos Yanes, el irlandés Domingo Mádam, el cordobés
Manuel Ossuna o el palmero Antronio Miguel de los Santos eran ya conscientes
del error que suponía responsabilizar a la pobreza de las epidemias y
propugnaban las fumigaciones en contra del aislamiento. Eran los boticarios los
responsables de proceder a estas fumigaciones con ácido muriático en las casas
de observación o lazaretos. La práctica del ácido muriático era una práctica
ancestral que pone en evidencia la validez de la cloración del agua potable que
se mantiene aún en nuestros días y que ejemplifica la labor en salud pública
que desde tiempos inmemoriales han llevado a cabo los farmacéuticos. El
ácido muriático o espíritu de sal es ácido clorhídrico. El interés de la
metalurgia por las sales de hierro y cobre y el de los alquimista por la
trasmutación de los metales hacía muy conocidas desde la antigüedad sales como
los sulfatos de cobre y hierro. De aspecto vitreo y de colores azulados y
verdosos se le denominaron por esto motivo vitriolos. De su tratamiento se
obtiene tanto el ácido sulfúrico como el nítrico dando lugar al agua regia
capaz de disolver muchos metales. El denso ácido sulfúrico, al que se le
identificaba por ello como aceite de vitriolo combinado con la sal (cloruro
sódico) producía un gas corrosivo, el ácido clorhídrico. La revolución
industrial trajo la necesidad de utilizar productos que empezaron a escasear
como los álcalis (carbonatos de sodio y potasio) que dió origen a una de las
primeras exportaciones canarias, la de la planta costera de la barrilla y que
la propia industria se encargó de arruinar al terminar fabricándola ella misma
con el método de Leblanc.
Otra de estas sustancias utilizadas en la industria del
vidrio fue el dióxido de manganeso que combinado con el clorhídrico produce
cloro , considerado a día de hoy como el desinfectante de elección, la lejía.
Este jabón del vidrieros, citado entonces como negro de manganosa era ya
utilizado por Antonio de Castro
según instrucciones de Domingo Saviñón al que llamaban muriático oxigenado como
una clara mejora al muriático tradicional.
1.- Peraza de Ayala, J y Rodrigo-Vallabriga, 1935. Las
antiguas ordenanzas de la isla de Tenerife: notas y documentos para la historia
de los municipios.
Imagen delas instrucciones de uso del ácido muriático cedida
por el Archivo de la Real Sociedad
Económica Anmigos del País de Tenerife (RSEAPT). Imagen de la firma de Antonio
de Castro y Peraza cedida por el Archivo Municipal del Ayuntamiento de La Laguna (AMLL).
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