miércoles, 20 de junio de 2012

LAS PROTEINAS DE LA SOJA

De todas las ausencias sobre declaraciones saludables solicitadas que no han sido autorizadas en el reglamento nutricional recientemente publicado, uno de los que los que más sorprende es el relativo a la soja, ya que siempre se ha querido vincular la mayor longevidad de la mujer japonesa al consumo de isoflavonas procedentes de ella. Teniendo bien presente que lo que transmite el reglamento es autorización para la promoción y no invalidez de la solicitud, no se debe de olvidar, por ejemplo, el elevado valor biológico de las proteínas de la soja.

Como su nombre indica (protos: elemento esencial) las proteínas vienen a ser los constituyentes esenciales de la estructura del organismo, y junto con los hidratos de carbono (azucares) y las grasas son uno de los tres macronutrientes a especificar en el etiquetado. Además de esta función estructural, las proteínas están presentes en hormonas como la insulina, enzimas digestivos como la amilasa, en nuestras defensas como los anticuerpos, en nuestros músculos y su capacidad para contraerse etc.

Las proteínas son repeticiones encadenadas de aminoácidos y según el tipo de aminoácido que tengan, si éstos no son capaces de ser elaborados por el hombre se les considera esenciales para su alimentación. Las proteínas animales suelen tener mayor número de aminoácidos esenciales, por eso se consideran de mayor valor biológico que las vegetales obligando a las dietas vegetarianas a combinar vegetales entre sí para compensar unas deficiencias con otras. En el caso de las proteínas de soja su valor biológico se le considera equiparable al de la carne y existen multitud de trabajos científicos que avalan que la sustitución de la proteínas de la carne con proteínas de soja, reducen el colesterol sanguíneo, el problema surge a lo hora de poder explicarlo o validarlo, en lo que ahora se estila en llamar “nutrición basada en la evidencia”. Pese a todo también existen detractores que por ejemplo consideran que el efecto estrogénico que tiene la soja, la hace equiparable a los disruptores endocrinos por lo que no suele recomendarse en nutrición infantil. Son estas controversias las que hacen difícil mantener una postura definitiva y podría justificar la lógica cautela de la EFSA.



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