jueves, 7 de junio de 2012

LOS PROBIOTICOS, seres vivos

Hace unas semanas se aprobó un Reglamento que empieza a regular la publicidad de los alimentos funcionales, aquellos a los que se le añaden sustancias para conferirles un valor nutricional adicional. Uno de los que más han sido comentados, por su publicidad mediática, es al de los prebióticos y probióticos. Mientras los primeros son sustancias poliméricas inertes y no digeribles (la fibra), los segundos se tratan de microorganismos vivos que podrían utilizar a los anteriores como sustrato alimenticio. La controversia se ha suscitado al prohibir la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) que determinados alimentos puedan promocionarse alegando una ventajas nutricionales no suficientemente documentadas, lo que está estrechamente vinculado con el proyecto europeo “FLABEL” que pretende elaborar un marco regulador en la publicidad de las alegaciones en salud y conseguir que esa información llegue de forma eficaz al consumidor. Pero ¿qué son los probióticos?

Aunque nuestro intestino es estéril en el momento del nacimiento, no transcurre mucho tiempo para que el mismo se colonice con más de un billón de microorganismos de más de 1.000 tipos bacterianos diferentes. Es evidente que llegar a conclusiones irrefutables de beneficios concretos para la salud no puede ser tarea fácil, pero sí existen ya muchos trabajos que nos van orientando sobre los posibles beneficios para la salud ya que es campo continuo de investigación.

Los primeros colonizadores del intestino son microorganismos que son capaces de fermentar sustratos como almidones o fibras solubles en condiciones de ausencia de oxigeno sobre todo en el colon. También pueden alimentarse de proteínas y aminoácidos, así como de productos intermediarios derivados de la lisis o exudados de otros microorganismos. Estos microorganismo colonizadores pueden ser beneficiosos o perjudiciales y lo que se pretende con la ingestión probióticos es aumentar la presencia de microorganismos vivos beneficiosos permitiendo su desarrollo con el sustrato adecuado prebiótico, teniendo en cuenta la multitud de factores cambiantes a tener en cuenta.

Un buen probiótico no puede ser patógeno ni tóxico, debe mantener la viabilidad durante el almacenamiento, debe de poder vivir y metabolizar en el intestino, debe tener un número eficaz de células, debe de ser apetecible para el consumidor. Por su parte el prebiótico debe ser selectivamente fermentado, de tal forma que produzca el metabolito beneficioso requerido, influyendo en él aspectos como la acidez gástrica, su capacidad para estimular el crecimiento bacteriano, la hidrólisis enzimática, la absorción intestinal, etc. Con todo, existen multitud de trabajos que dan continuamente resultados en relación a sus beneficios pero hace falta establecer la relación causa efecto con las diferentes variantes de pH, potencial redox, adhesión y competitividad bacteriana, edad y salud del individuo, etc. En definitiva, no es nada fácil, pero sí muy esperanzador en afecciones como la inflamación intestinal crónica, diarrea, estreñimiento,vaginitis, síndrome del intestino irritable, la dermatitis atópica, la sepsis, las alergias alimentarias o enfermedad hepática. Lo que no se debe de hacer es la generalización de los resultados porque cada individuo y cada cepa son  y actúan de forma diferente.

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